Prodigios medievales: Baudalino
Baudalino es una obra maestra de la imaginación y el lenguaje, es decir, de la novelística de Umberto Eco. Lo es en el sentido medieval del mundo, cuando los maestros de cualquier arte se basaban en la Historia para contar las suyas, ya fuera en el lienzo, la cantera, el clavicémbalo o los cuentos de caballería. Maestro de la Edad Media, el escritor saca provecho del historiador para poner a prueba al semiólogo y el resultado es el libro más fantástico de Eco porque la erudición vuela en las alas del humor y la imaginación para viajar por el pasado en la alfombra mágica del idioma.
Los prodigios angelicales y demoniacos de aquellos días de guerra para forjar imperios en nombre de la Cruz y la Media Luna, son parte de un mundo donde los reyes eran capaces de arrastras a sus súbditos a un viaje tan descabellado como el que emprende Federico Barbarroja (1122-1190), en pos del Santo Grial. Eco se apoya en la historia real del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico para contar la fábula de Baudalino, un rústico jovenzuelo del bajo Piamonte, dado a la fantasía y el embuste, que es adoptado por Barbarroja sin saber que aquel mozuelo tenía la facultad de imaginar sus patrañas de tal modo que se volvían sucesos reales.
No es fácil leer una historia de aventuras en donde la fantasía está contenida en un conocimiento tan profundo de la historia medieval que los hechos reales parecen inventados y las invenciones, realidades. No es fácil disfrutar la maestría lingüística del erudito que además de jugar magistralmente con los dialectos italianos de la época inventa un lenguaje propio. No es fácil sobre todo para el traductor, de ahí que se agradezcan las notas de Helena Lozano Miralles al final del volumen, porque nos dan luz sobre las pautas lingüísticas que utiliza Eco para jugar tan lúdicamente con la omnisciencia del idioma y nos muestran el camino que ella siguió para conseguir una mezcla se “sustitución y recreación” del texto original, que nos permite apreciar en castellano los prodigios semióticos de la narración, evitando la rigidez académica y la simple traslación de significado. “Eco ha necesitado inventar una lengua, escribe la traductora, así que me tocará inventarla tan bien a mí”. Y lo ha logrado a la manera de Eco: magistralmente.
Ahora que la prensa cultural mexicana se ha puesto a escribir el mismo panegírico del académico y escritor italiano, tiene sentido frecuentar el único libro que yo no he visto enlistado en las obras mayores de Eco, tal vez porque Baudalino se editó en México apenas a finales del 2015, aunque Random House lo puso en circulación en español en el 2001 y en España va en su quinta edición. Minucias. Lo importante es descubrir por qué está fantasía medieval es el libro más lúdico, humorístico y personal de Eco. Sucede que Baudalino, el personaje, nació en Alessandria, en el bajo Piamonte, la misma cuna de Eco. Resulta que Dante Alighieri se quejó en un verso de que los nativos de esa región tenían la lengua más rústica de Italia. Ocurre que el santo patrón de Alessandria es Saint Baudalino, un ermitaño del siglo VI que tuvo el don de la clarividencia y la profecía. Con estos elementos históricos Umberto Eco le hace un homenaje literario a su terruño, se defiende de la agresión del Poeta Divino diciendo que ser bárbaro también es una vocación, y trueca las dotes adivinatorias del personaje histórico en las artes de un imaginador de historias para hacernos ver que el verdadero embuste de la Edad Media fue la Iglesia Católica Apostólica y Romana con su venta de indulgencias y la adoración a las reliquias de su Salvador que se convirtieron en la industria más y mejor pagada de esos tiempos prevaricadores.
Respiro de esta larga frase sin comas para reiterar que Baudalino es un libro magistral pero también entrañable para quien tiene amor por su lugar de origen, por ordinario que sea; para quien guste de la Historia con mayúscula como fuente de las historias imaginarias, que suelen aclarar el verdadero sentido del relato académico o patriótico; para los amantes del lenguaje, de la buena prosa, así sea tan intrincada como la que desarrolla Eco en la cima de su dominio lingüístico, semiótico, imaginativo. Sólo un hombre inspirado realmente por todos los saberes que logró con el don y el esfuerzo de su curiosidad e intelecto, es capaz de volar por la edad obscura de la historia europea con tal gracia, con tal talento, con tal ironía, que la hace ver como el tiempo en el que la locura del mundo no era, como ahora, una enfermedad sino un prodigio.
26 febrero, 2016 @ 11:34 pm
Muy interesante nota. Gracias por compartir.