4 Comments

  1. Rodolfo Obregon
    12 enero, 2016 @ 5:45 pm

    Chapeau, Maese!
    Una sola aclaración. Así como Grotowski también dejó a un lado el término actor y prefirió el de performer, estas formas de la teatralidad que se realizan en contextos no necesariamente artísticos no trabajan con actores, o en todo caso con algunos de ellos que han dado un paso al lado y en su lugar se han convertido en investigadores de un contexto social específico, en diseñadores de experiencias o como bien dices «acciones» (la palabra «obra» también está marcada históricamente y cuestionada por el performance art, lo cual no implica que nadie deba hacer una más) o como yo los llamo dispositivos de visibilización (para tranquilidad de la conciencia etimológica de Ilya) o, efectivamente, en activistas (algunos incluso que poseen dobles pasaportes y cruzan las fronteras disciplinares con frecuencia, han sido llamados «artivistas»). Y en los casos de mayor seriedad y relevancia, por supuesto, las técnicas y saberes del teatro se mezclan con las de otras disciplinas sociales y se realizan en conjunto con organizaciones populares y activistas especializados. Así como tú lamentas las grandes elucubraciones teóricas que oíste en la Muestra, yo lamento que una experiencia como Safari en Tepito, presentada también en esas mesas, no tenga la mínima conciencia antropológica o una asesoría proveniente de la sociología, o al menos haya reflexionado un poco, apoyado en los estudios del poscolonialismo, en las implicaciones de su «acción», confiada como estaba en sus buenas intenciones, en el carisma de un actor y en la omnipotencia del sacrosanto Teatro (al que sabes que rindo culto permanente).
    Ya no tengo más fotografías en frente, pero tengo un par de libros (Escenarios liminales y No hay más poesía que la acción) que podrían ayudar a comprender un poco estás prácticas cuyo interés efectivamente reside más en el terreno ético y político que en el estético (tal y como lo deseaba Brecht) y el pensamiento en que se fundan, antes de aceptarlas o de descalificarlas. Tal y como debe hacer la crítica.
    Por desgracia ambos fueron publicados por nuestro bandido favorito.

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  2. Rodolfo Obregon
    12 enero, 2016 @ 5:54 pm

    P. D. En cuanto a Grotowski, más allá de sus estrategias financieras y sus debilidades carnales, ¿no decía al final de su vida que lo único que él hizo fue llevar el gran postulado stanislavskiano: «el trabajo del actor sobre sí mismo», hasta sus últimas consecuencias?

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  3. Ilya
    12 enero, 2016 @ 6:17 pm

    Aunque parezca asombrosamente simple formularla, la clave de la discusión la aporta el propio Sánchez (el expansionista) en el segundo libro editado por el bandido, al que se refiere Rodolfo,

    Afirma Sánchez – y de tan categórico da miedo- que «ya no hay lugar para las utopías». Ésta es, a mi juicio, la premisa con disyuntiva implícita que da origen al debate.

    Como yo estoy convencido de que sí hay lugar para las utopías (y, de paso, de que el día en que ya no lo haya, dejará de existir la cultura), creo en el teatro en el sentido en que LEGOM habla de escena, en el sentido en que los griegos le dieron nombre, en el sentido del espacio en el que nos planteamos las interrogantes sobre nuestra condición y existencia, en el sentido del Sí-teatro, por oposición a la categoría tan atinadamente propuesta por Fernando.

    Habrá, por ejemplo, quienes puedan estar en contra de la pintura en su sentido tradicional, porque prefieran valorar todas las manchas, colores, trazos, formas y composiciones que existan fuera del lienzo (enmarcado o no), y para ello sientan la necesidad de negar lo contenido dentro en el cuadro.
    Habremos quienes pensemos que los límites son indispensables y en ese sentido las convenciones necesarias para la estructuración de todo lenguaje, para que éste cobre sentido, y para que funcione como co-partícipe de las transformaciones de la realidad.

    Visto así, el teatro seguirá siendo para unos -como yo- el lugar de las utopías, y para otros será prioritario cuestionar su pertinencia, más que proponer nuevas poéticas, confundiendo mañosamente la teatralidad con el teatro.

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  4. Fernando de Ita
    12 enero, 2016 @ 9:18 pm

    Sigo pensando que la de Rodolfo Obregón es una de las inteligencias mejor estructuradas de nuestro teatro y que estas escaramuzas intelectuales no cambian un ápice el mutuo afecto.
    Agradezco los atinados comentarios de Ilya, David y Martín L.B.

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