Hikari. Una poderosa máquina de velocidad
El Festival de Unipersonales del Área 51 fue gestionado y organizado por Ana Lucía Ramírez y Karina Meneses. Esta misma dupla es la responsable de la obra Hikari. Una poderosa máquina de velocidad la cual tuvo su turno en la programación de este festival el 19 de diciembre.
Dos cosas fueron evidentes en los primeros minutos de la función, la primera que se trata de una súper producción (en comparación con las demás obras del festival que se caracterizaron por tener mínimos elementos en escena) y la segunda fue la capacidad camaleónica de Karina Meneses quien interpreta un personaje masculino de manera convincente, sin ningún esfuerzo para el público.
La obra cuenta la historia de un personaje que ve su vida derrumbarse a los cuarenta años sin que él haya cometido ningún error. Pero no está completamente solo, tiene a su Hikari, un automóvil donde transcurre toda la obra y los momentos más importantes de su vida.
Hay muchos temas que tienen presencia en la obra, los de orden social son los más evidentes, pero los conmovedores, los que conectan con el espectador sin importar su historia personal son las relaciones familiares y, en especial, el cariño entre hermanos. La obra deja un nudo en la garganta.
La dirección de Ricardo Rodríguez es dinámica, pero no excesiva. Aprovecha muy bien las diferentes áreas que se crean al tener un automóvil en escena, lo cual es un reto que en ciertas ocasiones no libran del todo. Ya que se presenta en un espacio alterno del Área 51 no hay prácticamente distancia entre el público y la escena, que si bien crea una intimidad que Meneses maneja y aprovecha, la visibilidad se limita y en algunas escenas no está bien resuelto. Por otro lado, crean muchos espacios y dan imagen muy clara de la vida del personaje a bordo de su Hikari.
El texto de Ana Lucía Ramírez está muy bien orquestado, no hay cabos sueltos en la historia y cada parte del personaje se puede explicar, sin embargo hay algo que no se alcanzó a traducir a la escena y es el supuesto amor a la literatura del personaje y su intención de ser escritor. Digo supuesto porque no hay nada que nos confirme ese amor y solo enunciarlo no basta.
En suma, una propuesta en las que dirección, actuación y dramaturgia toman un riesgo personal y que da al espectador una entrañable experiencia.