Más pequeñas que el Guggenheim
En mi experiencia, las mujeres son más capaces que los hombres en buena parte de los campos de la vida, pero no en la desfachatez. La obra que llevó a Alejandro Ricaño a la relativa fama del teatro alternativo, tiene el encanto de mostrar verídicamente el fracaso de un puñado de guevones dedicados al teatro. Sería grosero decir que el autor y director de, Más pequeño que el Guggenheim, se limitó a transcribir las escenas de la vida real que compartió con sus compas xalapeños. Lo que hizo, y muy bien, fue sacar de su experiencia existencial una auténtica comedia de situaciones, tan patéticas, que nos matan de risa.
Hay varias razones para deducir que Las chicas del Carrier Notariat 10, hazaña excitante de las confundidas, es una ocurrencia escénica subsidiaria de la pieza de Ricaño, pero como los asuntos personales de leche y cofradía no le conciernen al público, me limito a escribir que el espectáculo nació de las aventuras que pasó la directora del mismo, Karina Eguía, en su residencia artística en la ciudad de Barcelona, estas sí transcritas para la escena por Ana Lucía Ramírez, una de las promesas de la dramaturgia jarocha.
Personalmente admiro el talento y la gracia de la pandilla de mujeres de teatro que se formaron a la vera de Legom y que ahora, parricidio de por medio, prueban su independencia en Área 51 de la ciudad de Xalapa. Por eso llegué al Teatro de la Casa de la Cultura de Aguascalientes con la sonrisa en los labios, gesto que se fue desdibujando al ver la banalidad de todos los elementos del show, salvo el de la utilería tubular que es utilizada con el ingenio y la eficacia que le falta a todo lo demás.
El planteamiento no es malo: una chava italiana (Patricia Estrada), una chica brasileña (Esther Castro), y una morra norteña (Ana Lucía Ramírez), coinciden en un departamento de la ciudad de Barcelona, en la calle que le da nombre a la pieza. Las tres son jóvenes, lindas, actuales, de manera que su tema central es el amor, es decir, los hombres, esto es, el desencuentro de los sexos. Como en la vida real una italiana habla español con acento italiano, una brasileña con sonsonete carioca y una norteña como guerca, el comienzo es chistoso, aunque tal es el problema, porque en el mundo de la ficción un chiste sin sostén dramático termina por ser mera ocurrencia, al menos en esa caja negra llamado teatro.
El texto de Ana Lucía quiere definir las características de los personajes sin intentar ese punto de complejidad que les da vida escénica. Acaso considerando que la intención es divertir al auditorio, se queda en la superficie, en la apariencia, en el acento, que como era de esperarse, se va diluyendo conforme pasan los diálogos, porque decir que avanzan es decir mucho, pues la estructura del espectáculo está a la vista todo el tiempo, como en un manual de hágalo usted mismo y en un tono pueril en las coreografías, las canciones y las acciones mímicas. Pura ocurrencia jarocha con chantaje sentimental porque al final del show hay un cuadro dramático, pa´que no digan que solo de frivolidad viven las chicas de Área 51.
Hay que anotar que Las chicas del Carrier_Notarial 10 han sido muy bien recibidas por el público, incluso por el público de Muestra Nacional de Teatro que suele ser roñoso, porque sin conocerlas se la pasa uno bien, pero sabiendo de su potencial en las tablas el espectáculo es ñoño, complaciente, infantil en el mal sentido del término, porque ya todas están peluditas para el teatro de la vida y para la vida del teatro. Amén.