Todas somos Calibán
Manuel Barragán
El día de hoy fue sin duda muy satisfactorio, tuvimos la oportunidad de ver la puesta en escena Todos somos Caliban. Dentro de lo que podemos considerar las otras teatralidades, tan presentes y tan características de esta MNT. Al asistir a la clínica con Sara Pinedo, donde abordamos el tema del teatro comunitario, conocimos el proceso y las características del montaje que íbamos a presenciar más tarde.
Mujeres de pueblo, mujeres de la comunidad, tan comunes como nuestras mamás, como nuestras tías y vecinas, la mayoría de ellas entre los 40 y los 60 años, lograron a partir de un acercamiento con el teatro, conocerse y liberarse. Mujeres alegres, que disfrutan salir del pueblo, salir a un mundo que no conocían, y que esperan con ansia semana a semana que llegue el día de la clase de teatro.
Sara nos platica que en un inicio y debido a las características del Proyecto Ruelas y por ser parte del Festival Internacional Cervantino y por petición del mismo festival la intención era montar una obra de Shakespeare, la obra que tenía en mente era La tempestad. Sin embargo por las características del grupo de trabajo, incluyendo que muchas de las señoras no iban a saber leer ni escribir, iba a resultar imposible llegar con un texto y trabajar a partir de él. La directora nos comenta que tuvo que involucrarse en la vida de las señoras, cocinar con ellas, caminar en el campo con ellas conocerlas y ganarse su confianza, para trabajar a partir del encuentro con el otro. En casos como éstos, el director o tallerista no puede llegar a la comunidad con la intención de enseñar algo, es un terreno difícil en el que se puede llegar a ser un invasor o un saqueador, debes aceptar que llegas a la comunidad a aprender de ellos y con ellos.
A las 5:00 de la tarde en el Jardín de los Palacios, vimos una puesta en escena hecha por mujeres, no actrices, emocionadas con su trabajo, acompañados de un trío de norteño que resignificaba ese ambiente lleno de cajas de plástico donde las mujeres cargan los nopales que pelan —su principal actividad económica—, mesas con molcajetes, máquinas de tortillas, masa, y botes de agua fresca. Después de escuchar sus historias, sus dolores, sus temores y también una historia de amor, al final nos invitaron a invadir el triángulo que era su espacio escénico y pudimos saquearlo al probar la pencas rellenas de nopal con tortillas hechas a mano y frijoles de la olla.
Pensando en que después de la función y cuando el individuo regresa a su entorno inmediato lo modifica, incluso me atrevería a decir, que se empodera. Y es muy gratificante saber, que las señoras esperan con ansia el siguiente montaje y no les importa dejar la casa y el marido, para ir a dar una función que las hace sentirse libres. Además de que modificó su relación con la comunidad y entre ellas mismas.
En estos casos es más importante el proceso que el resultado, donde prevalece más lo que sucede antes de la escena y después de la escena, donde se logra ver al teatro como un motor de liberación, en palabras de la señora Cuca “El teatro me dio la posibilidad de hablar”. Uno de los aciertos de esta muestra es que las líneas curatoriales abren lo posibilidad para que este tipo de teatralidades entren, sean presentadas y se analicen, se reflexionen, pero también se dialoguen y generen discusión.
Veamos pues que sucede en los próximos días en esta histórica Muestra Nacional de teatro.