Relato ligero y bromas espontáneas
Mauricio Orozco
Durante la Muestra Estatal de Teatro de Jalisco 2015, una vez más se presenta en la ciudad de Guadalajara la obra El hombre sin adjetivos. Una pieza de la compañía Dionisio; originaria de Puerto Vallarta.
En ella se intenta crear un retrato crítico sobre la sociedad y las etiquetas que comúnmente nos ponemos para encasillarnos, partiendo de los juicios que llegamos a hacer de los demás. A partir de un planteamiento cómico ayudados por la ironía y la acidez, se nos cuenta la historia de tres amigos que realizan un viaje indeseado y todas las peripecias que darán un giro inesperado en su travesía.
Es evidente que tanto la dramaturgia, que corre a cargo de Mario Cantú Toscano, como la dirección de Juan Pablo Salcedo, se ven claramente sincronizadas en desarrollar una historia con la pretensión de crítica social a partir de la comedia negra para generar un debate sobre la tendencia social por crear juicios de valor y categorizar a las personas. Sin embargo, esto no es más que una historia predecible y aderezada con una molesta tendencia a la vulgarización del lenguaje y a situaciones poco relevantes con chistes simplones para burlarse de enfermedades mentales que complementan la desdichada situación de los personajes.
La obra hace uso de diferentes modelos para presentar su comedia, desde el Stand-up hasta el slapstick, sin embargo no termina de formular una unidad en su discurso, sino que se queda en una gran cantidad de bromas aisladas, que logran generar risas entre los espectadores, pero sin poder concretar relevancia. Y mucho menos establecer la crítica que tan desesperadamente se asoma en unos diálogos más o menos bien formulados, que gritan por legitimarse a través de la mención de algunos autores renombrados o la explicación de algunas patologías y/o medicamentos impronunciables.
Las actuaciones de Juan Carlos Ramírez, Samantha Dueñas y Omar Lucián funcionan… hasta allí. Ya que es notorio que sus personajes no les permiten un rango de flexibilidad en sus interpretaciones.
Quizás lo más llamativo de la puesta en escena es el artilugio que utilizan a suerte de escenografía y que se va transformando a lo largo de la obra para situarnos en los diferentes espacios por donde transitan los personajes en su viaje. Aunque ni siquiera con la ayuda de esto logran salir de la comedía llena de clichés, groserías y jugueteos que más que divertir incomodan.
El hombre sin adjetivos es una obra que posiblemente pueda ser entretenida para algunas personas que buscan refugiarse en un relato ligero y bromas espontáneas. Sin embargo, no se puede esperar que se cumpla aquella promesa que se lee en la sinopsis sobre una obra que fomenta el cuestionamiento crítico y el abordaje de temas que circundan a la sociedad.