El Teatro es mi pastor
Como agua entre las manos se nos fue la semana del Festival de la Joven Dramaturgia, cerrando con una lectura y dos montajes. Después de salir de la lectura de Sicario blues de Chantal Torres, no pude más que sentir un poco de molestia por la lectura. Estábamos frente a un texto que propone una sola escena con dos personajes, dos sicarios; uno representando la experiencia y otro un principiante. Diálogo activo, siempre con replica. Sí, un poco predecible pero lo que rescato es la relación de los personajes que la autora propone, desde sus sueños, deseos, miedos, sin que resulten fríos y grotescos, al contrario un una sutil forma de mostrar su lado humano.
Los sicarios tienen una historia que contar más allá de asesinatos y sangre, lo cual funciona muy bien porque ya estamos muy acostumbrados a los textos que hablan del narcotráfico de una manera muy cruda. La lectura le propinó una buena tanda de golpes al escrito. Con un tomo muy solemne y con momentos llenos de silencios vacíos que para nada hacían justicia al discurso. Una lectura que se aletargaba y no veías el fin, solo veías el bonche de hojas que les faltaba para que esto se terminara.
Llegó la presentación del grupo de San Luis con la obra Díptero escrita por Aldo Reséndiz y con la dirección de Marco Vieyra. Un texto que me remitía a LEGOM, entre la crudeza y frialdad implícita. La relación de un padre y su hijo sobrellevando la pérdida del tercer elemento de la familia; la madre y esposa. La vida, una pierna y la realidad se ven mutiladas pero a nadie le importa porque “es lo que hay”.
El carácter de los personajes no termina de cuajar desde el texto. Como si hubiera cabos sueltos los recursos dramáticos no quedan claros y pierden peso, como pasó con la nota del periódico. Claramente no era una lectura dramática, este trabajo ya es un montaje. Hay cosas traducidas a escena que no terminaron de encajar, un especie de titubeo desde la dirección, una búsqueda del melodrama que en el texto no está, incluso hasta hubo un falso final.
El festival cerró con el montaje DHL con la autoría e interpretación de Luis Eduardo Yee. El monologo nos cuenta la historia de Felix, un hombre que le teme a las alturas y está por debajo del promedio, que no busca ni quiere ser más que un repartidos de paquetes y amar a su novia Rosa. Un día se topa con un paquete con una dirección extraña, esa calle no existe en su sector y tiene que emprender una búsqueda para encontrar algo que va más allá esa dirección y de sí mismo.
Al salir de la función solo podía pensar en una cosa; disciplina. Un trabajo puntual, lleno de imágenes que logran transportarte a la ficción, de convertir un teatro en el espacio sideral. Al final esa es la magia del teatro, sorprenderte maravillado de estar en dos lugares al mismo tiempo.
Del Festival me llevó muchas preguntas sobre los dramaturgos emergentes y el sentido de seguir escribiendo y sus formas. También me llevo rostros, aprendizajes, pero sobre todo la firme idea de que los teatristas somos cálidos y como hermanitos. Me dio gusto conocer gente que se conflictúa, se cuestiona, reflexiona y actúa. Me devuelvo a mi estado con anécdotas y con una revolución en mi cabeza, pues pese a mi dificultad para socializar logré soltarme, conversar e intercambiar ideas. Espero nos volvamos a ver, con más cosas por decir, cuestionar y escribir. El Teatro es mi pastor…