Un momento irrepetible
El XIX Festival de Teatro Universitario nos compartió una agradable experiencia con Érase una vez de Jaime Chaubaud, dirigida por Marco Vieyra. Una obra capaz de tocarnos con su propuesta de dirección no subordinada al texto y plantearnos pensamientos reflexivos.
La emigración, la guerra, la muerte, crudas realidades que involucran la indiferencia constante dentro de nuestra nación mexicana. La búsqueda de un sueño americano al no saber qué hacer, pero a la vez, entrar en batalla apoyando un país ajeno.
El ambiente estaba construido solo de humo y luces, más con la peculiaridad de los actores regalando tamales que de alguna forma rompió el hielo al desaparecer cualquier tipo de tensión e invitarnos a estar presentes dentro de la experiencia.
La fuerza que nos fue transmitida, la precisión en sus movimientos, llenaron el montaje de agilidad y pareció imposible dejar de prestar atención a lo que teníamos al frente. Sus cuerpos excelentemente entrenados trabajaron en equipo, lo cual evitó cualquier tipo de accidente dentro de las estructuras que crearon a través de ellos. Había fidelidad entre cada elemento, un excelente juego de iluminación, junto con sonorización que hizo posible la transformación y existencia de un nuevo mundo.
Mi cabeza se llenó de imágenes que me transportaron a diversos conflictos, no solo a nivel emocional, sino a un nivel analítico, mandándome a casa con muchas preguntas. ¿Por qué buscamos la paz en otros países? ¿Qué es lo que nos hace desesperanzarnos de nuestras propias tierras? Es muy común pararnos y simplemente observar las terribles cosas que suceden. Los actores de esta obra nos hicieron un llamado empático que involucra nuestras circunstancias como entes sociales y humanos. El 25 de mayo no nada más nos entusiasmaron con su verdad escénica, aplaudible composición, o duras temáticas, sino que también, vivimos junto con ellos ese momento irrepetible.