El amor es asunto que sólo atañe a la juventud
Yepeto es una obra de teatro que aborda el amor visto desde dos distintas perspectivas, enriqueciéndolo con subtemas y características que influyen —positiva o negativamente— en la manera de vivirlo. Una obra que se apoya en muchos detalles, para evidenciar las diferencias entre sus personajes y valorar los argumentos con que ellos abogan, cuestionan, indagan la naturaleza de una relación con Cecilia.
Por un lado, tenemos a un escritor y docente quincuagenario sepultado en su bagaje literario y aunque tiene una personalidad interesante, también está viciada por el oficio y la rutina, siempre en busca de frases, citas, palabras encantadoras. Un cincuentón todavía enérgico y en busca de experiencias.
Por otro lado tenemos a Antonio: estudiante, deportista, apasionado, con todos los atributos de la juventud, pero por lo mismo —utilizando palabras de Rimabud— sordo como el cerebro de los niños.
Esta dicotomía también la podemos ver en la plástica de la obra. El espacio que habitan busca proyectar la personalidad de ellos y lo logra. Al maestro se le sitúa entre montones de libros, con el particular estilo de vestir de un viejo intelectual, un viejo que no manipula otro objeto que una bata, una pluma, un libro, una hoja, un perchero y al joven lo vemos desenvolverse en un espacio abierto, dispuesto a muchas posibilidades, fresco, liviano, jovial.
Este énfasis en ambas personalidades enriquece la confrontación y nos deja ver una de las infinitas paradojas que envuelven el tema. La paradoja que yo veo es la de cómo un viejo que aparentemente ha comprendido bastante sobre el tema, que al principio se mostraba con ingenio irreverente, muy seguro y en su terreno, luego se ve como un principiante ante Cecilia y Antonio, a quienes la juventud les permite vivir sin tener que entender las cosas. Me hace pensar —al modo en que por ahí pregona Byron en Ianthé— que el amor es asunto que sólo atañe a la juventud.
¿Qué tanto complementan la estética y composición los demás recursos del montaje? Opino que la dirección, el sonido y la propuesta de iluminación han contribuido significativamente, porque con ello se logra dinamizar la propuesta escenográfica, atendiendo el factor del tiempo al utilizar trazos que nos daban una idea de sus vidas cotidianas, de lo que hacían cuando no estaban juntos y que permiten explicarnos el espacio, permiten que uno adivine, casi resienta, cómo ha sido que esa habitación esté convertida en un montonero de libros regados por todas partes. Por otro lado —quisiera mencionar esto porque Folgueira es uno de los pocos directores en quienes he notado que cuida este aspecto en las obras— también estos elementos evitaron pausar la obra en las transiciones. Es decir, no meter oscuros impertinentes con el único fin de que el espectador no alcance a ver cómo han movido un objeto, o cómo los actores han salido de allí o entrado por allá.
Sin embargo, los detalles y contrastes en cada aspecto del montaje, o sea, en el los temas que aborda el texto, en las acciones, en el espacio, las personalidades de los personajes, la vestimenta, las interpretaciones, que le dan ritmo y presencia a la plástica, a la estética, le ha costado a la obra liviandad, frescura, le han quitado un tanto de eso que García Terrés dice de la poesía griega: concisión. Y ha generado momentos donde percibí la obra, un poco… (estoy buscando la palabra)… quizá… desaliñada.
Son estas, pues, mis impresiones de Yepeto, tercera obra presentada en el XIX FUT, el domingo 24 de mayo del presente año.
El equipo está conformado por:
Dirección: Jorge Folgueira/ Elenco: Angel Norzagaray y Gilberto Corrales/ Diseño de iluminación: Lupillo Arreola/ Diseño escénico: Vannia Cárdenas/ Composición sonora: Juan Carlos Villanueva/ Director Asistente: Ana Riojas/ Asistente de dirección: Diego Torres/ Director de producción: Esmeralda Ceballos.