El origen de la familia o la parodia del poder
Tengo para mí a Luis Enrique Gutiérrez Ortíz Monasterio como uno de los más originales dramaturgos no solo del teatro mexicano sino en lengua española. Su originalidad comienza en la invención de sí mismo como autor satírico ya que no hay en nuestra breve tradición un autor tan políticamente incorrecto. Fue en Grecia, inevitablemente, donde se inició el género, destacando en la parodia de lo trágico Luciano de Samosata y su Diálogo de Putas. Los romanos hicieron de la sátira una escuela con Catulo, Juvenal y Marcial entre muchos otros autores que mojaron su pluma en la procacidad de la lengua y la lascivia de los sentidos. En español, Fernando de Rojas dejó una cota insuperable con su Celestina.
Lentamente Legom fue convirtiendo sus dramas en comedias, sus comedias en sátiras y sus sátiras en parodias, primero de las relaciones humanas (De bestias, criaturas y perras), enseguida de los individuos al margen (Edi y Rudy, Las chicas del 3 ½ floppies, Sensacional de Maricones), y más tarde de la colmena social (Demetrius, Civilización, Odio a los putos mexicanos), hasta alcanzar su primera cumbre como narraturgo con: De cómo este animal salió de las cavernas, trepó hasta las estrellas y luego se extinguió, esplendido título de una ambiciosa saga que comenzó el año pasado con El origen de las especies, parodia de la obra de Darwin, escrito a la par con Ana Lucía Ramírez, en donde queda muy claro que el sabio inglés tenía razón: en este mundo no sobrevive la especie más fuerte y feroz sino la que mejor se adapta a las circunstancias. El montaje que hizo Alberto Lomnitz para la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana nos dejó ver que los mexicanos de a pie se acomodan al medio adverso tan bien como las cucarachas.
El pasado 10 de abril se estrenó en la ciudad de Jalapa la segunda parte de la fábula: El origen de la familia. La propiedad privada y el Estado. Capítulo I: la lógica del poder, puesta en escena por Hugo Arrevillaga para la misma Compañía de Teatro de la UV. La parodia comienza evidentemente por el título de la obra de Marx y Engels que fue uno de los catecismos revolucionarios del siglo XIX. En El origen de las especies, la sátira de aquella iluminación científica encontró en la fundación de una ciudad perdida en la frontera norte tierra fértil para su desarrollo escatológico. Maestro en el arte del personaje, Legom y su alumna crearon literalmente con el barro del idioma caracteres memorables, canallas e inocentes de carne y hueso que alcanzaban, en su bajeza e ingenuidad, su altura poética.
De entrada, El origen de la familia… despertó buenas expectativas por la dirección de Hugo Arrevillaga, no sólo por su brillante trayectoria sino en razón de que a finales del 2014 había dirigido a este colectivo en Estridentópolis, una magnífica pieza didáctica de Legom sobre la floración del movimiento estridentista de Manuel Maple Arce y Compañía en la ciudad de Jalapa. Con un texto acotado por su tema, Arrevillaga mostró sus dotes para sacarle jugo al especio desnudo y la movilidad de los actores, creando conjuntos, pesos y contrapesos dramáticos y escénicos que hacían disfrutable la lección. Pero la fama pasa factura. La carga de trabajo le impidió al director meterse de lleno a la lectura escénica de la parodia legomiana (también escrita con Ana Lucia Ramírez), dejando ver sus defectos en lugar de superarlos. Lejos del aliento profundamente satírico de la primera parte de la saga y con personajes por debajo del sello de la casa (salvo Azucena, la secretaria que lleva al paroxismo Karina Meneses), la parodia del catecismo socialista no despliega sus propias alas y queda como una comedia vulgar, en el sentido latino de la palabra, por lo que se resiente el abuso de la palabra pendejo y la falta de vida real de los personajes que se quedan en el estereotipo, este sí muy bien cumplido por todo el elenco. Por primera vez en mi seguimiento de la incorrección política de Legom para los discapacitados mentales y físicos de la tribu, su referencia a la pandilla de niños con cáncer no tiene gracia, y no por lo terrible de la enfermedad porque peores cosas ha dicho de los mancos, los niños con síndrome de Down, los homosexuales, los imbéciles y los guatemaltecos; es por la falta de sentido verbal y dramático. Raro, en su caso.
La idea de parodiar la teoría de la Propiedad Privada y el Estado, de Marx y Engels llevándola a una dirección de compras del Seguro Social es tan pertinente que ya en los ensayos generales el público gozó de lo lindo con tal irreverencia. En el estreno formal, con espectadores más cultivaditos en materia de teatro el aplauso no fue apoteótico pero sí agradecido, de manera que el montaje tendrá buena fortuna en cartelera, aunque los admiradores de Legom y Arrevillaga nos sintamos tristones porque ni el autor ni el director estuvieron a la altura de su artificio. No hay auténtica invención narraturgica en la fábula de Legom y Ana Lucía; no hay brillo en la escena, pobremente diseñada (Auda Caraza y Atenea Chávez), al igual que la iluminación (Roberto Paredes). Afortunadamente el vestuario es el cotidiano (Lía Avilés) y pasa. Al igual de la crítica del presente mexicano, no por la originalidad de la diatriba sino porque basta mentarle la madre a la clase política y burocrática en Facebook para que la gente se sume
Sentado en el piso del vestíbulo del teatro, Legom iba desgranando para sí las debilidades del texto; implacable como es con los demás, lo es consigo mismo. Como Arrevillaga no fue al estreno formal habrá que preguntarle su reflexión sobre un montaje tan evidente, de esos que los viejos directores llamaban de tránsito (“Tú te mueves para acá, tu para allá y ellos se quedan sentados”). Reitero que el espectáculo será del agrado del respetable y eso es necesario para la creación de públicos. ¿Pero y el talento, A’pa, de tan grandes creadores?
p.d. A la entrada del teatro, Xalapa hace Teatro, una iniciativa para divulgar el quehacer teatral de la ciudad, imaginada por la actriz Laura Castro, repartió su primer tabloide informativo que por el tamaño, la calidad del papel y lo amenos de las breves notas, escritas por un autor anónimo que sin duda conoce el oficio de las tablas, nos recuerda las hojas ilustradas por Posada. Con la intención de ir teniendo un perfil de los espectadores, Xalapa hace Teatro le pidió a la empresa Arts and Marketing, del comunicólogo Eduardo Azouri, hace una encuesta con la gente aún en las butacas, para averiguar de bote pronto algunas de sus reacciones sobre la obra, el teatro y sus aficiones, encuesta acaso no rigurosamente metodológica pero sí muy eficaz para sus propósitos. Como está hecha con humor, resulta una coda del espectáculo. Habrá que ver cómo reaccionan los espectadores después de ver una tragedia.
LEGOM
17 febrero, 2017 @ 11:52 am
No hay réplica, solo revisa Fernando de Ita lo que opinaste aquí sobre mis insurrectos cancerosos tratados con agua de jamaica con los periódicos veracruzanos de estos meses.