Esa melancolía que le da a uno a veces
Alejandro Ricaño
Ana Lucía Ramírez
Alejandro Ricaño. Dramaturgo y director, joven prolífico que ha llenado las salas no solo de México sino de otras partes del mundo con obras como: Más pequeños que el Guggenheim y El amor de las luciérnagas. Ganador de tres premios nacionales, en esta ocasión Alejandro obtiene la Mención Honorífica el Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera Castañeda (2014) por Esa melancolía que le da a uno a veces. Al otorgar dicha mención el jurado expresó: El autor crea un personaje femenino que logra darle a la cotidianidad un valor dramático. Por la forma tan grata e irónica de hablar del Teatro. Por la fluidez idiomática”. Al respecto el dramaturgo asegura sentirse contento y añade: “Mandé la obra al premio pensando que una mención era suficiente. Sólo quería que me invitaran al encuentro porque se me ocurrió que sería divertido leer esta obra aquí.
Esa melancolía que le da a uno a veces surge, en palabras del autor “de lo importante que le parece hablar de la red de trata de becarias que maneja Mario El manitas Cantú durante el encuentro de dramaturgia en Querétaro. Y yo añadiría para salvar un poco al Maestro Cantú de esta bochornosa aseveración, que no habla de un dramaturgo en particular, sino de muchos más.
La carrera literaria de Ricaño surge de una necesidad del autor por contar historias, historias que nos muestras la realidad, una realidad cruda permeada de humor y de entraña.
Esa melancolía que le da a uno a veces narra la historia de una estudiante que va a un encuentro de dramaturgia a aprender a escribir y regresa a su casa con una enfermedad venérea, una cruda espantosa y dos pesos en la bolsa.
Al preguntarle a Ricaño si las historias lo encuentran a él o él busca de qué hablar, el autor responde:Parte y parte. La vida se me accidenta cada cinco minutos, sería muy tonto si no lo escribiera… Por una razón que no entiendo se me ocurrió que lo que escribo podría ayudar a la gente. Me interesa dar testimonio de ciertos males que adolecen a nuestra sociedad.
Alejandro considera que las obras más representativas de su trabajo son las que no ha escrito todavía. Así mismo espera que en la dramaturgia mexicana no nos volvamos tan rebuscados como las artes plásticas. Pues para el autor la palabra es un detonador de imágenes, de espacios, de acciones imposibles. Un vehículo ágil del tiempo.
Los premios
“Al principio, cuando nadie te pela son importantes. Después no. Hay que tener muy claro que los premios no legitiman la calidad de las obras. La escena sí. A la larga, si no tienes un montaje siginificativo, un cúmulo de premios no sirven para nada.
“Uno escribe por placer, no por competir, ni con otros ni con uno mismo. Escribir es salir a caminar sin rumbo y sin esperar llegar a ninguna parte. Cuando te enfilas en una carrera con una meta definida, es seguro que vas a terminar cansado y frustrado.
El teatro nos ayuda a entender mejor la vida y la vida está llena de pequeños detalles, que son los que me motivan a escribir teatro.