El último libro de los hermando Salmón
Mariana Hartasánchez
Mi abuelo materno, lúcido y brillante nonagenario, desde hace cinco años empezó a relatar historias sobre la guerra que lo impelió a él y a su familia a emigrar de Alemania en 1937. A pesar de que él, sus padres y su hermana lograron escapar de las garras de Hitler antes de que el conflicto bélico se desatara, muchos miembros de su familia se quedaron y tuvieron que enfrentar muertes violentas y terribles. Al escuchar a mi abuelo, filmarlo y conmoverme por sus relatos, sentí la necesidad de escribir algo sobre su historia. Pero lo que surgió fue un texto que no habla sobre mi abuelo ni sobre ninguno de sus relatos biográficos, “El último libro de los hermanos Salmón” habla sobre la culpa que pesa sobre aquellos que lograron sobrevivir y nunca pudieron olvidar a los que murieron. Todavía le debo a mi abuelo una obra sobre él, sobre lo bien que se adaptó a México, sobre lo mucho que ama este país. Me pesó tanto la idea de que hubiera tantas familias desmembradas por la guerra, obligadas a separarse, que acabé escribiendo sobre ese tema, ideando una historia que gira en torno al dolor que no se extingue nunca, que acompaña a los descendientes por muchas generaciones. La culpa de haber abandonado a hermanos, tíos, abuelos; la culpa de vivir en tiempos de paz cuando los antepasados sufrieron tanto; la culpa de habitar en una tierra que no es la propia; la culpa por no honrar debidamente a los muertos; la culpa de muchos alemanes que no se opusieron al régimen fascista; la culpa, que ata, carcome y consume la paz interior de quienes la padecen.
Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera Castañeda 2014
Es un premio que ha ido cobrando cada vez más renombre e importancia. Me enorgullece haberlo obtenido. El hecho de que exista un certamen como este en Querétaro, permite que se descentralice el quehacer dramatúrgico y que se le confiera importancia a la labor artística de quienes radican en los diferentes Estados de la República. Si un creador local obtiene el premio, se evidencia que existen las condiciones propicias para que se desarrolle una labor artística consistente y sólida.
Hay gente que ve fantasmas y hay quienes aseguran que no existen; hay público que ve las obras, aunque muchos no sepan que existen. Siempre hay alguien que ve lo que los demás no. Cuando ganas un premio, los otros dramaturgos, actores o directores te felicitan, aunque ellos no leerán nunca lo que escribiste; el público de siempre verá tu trabajo. Cuando no ganas un premio, nadie te felicita, pero el público seguirá ahí.
Dado que admiro la labor de los tres artistas que conformaron el jurado, para mí fue muy significativo conocer los aspectos que a ellos les pareció relevante destacar al momento de hablar sobre mi texto. Un dramaturgo sabe que su obra siempre está en proceso, puesto que ni siquiera al llegar a la puesta en escena se da el culmen, siempre es posible afinar detalles, modificar palabras, afianzar personajes. Cada comentario que se recibe es útil para que el mismo creador conozca a profundidad su propia obra y a partir de ahí, pueda descubrir el mejor camino para sacarle brillo.
De qué hablar
Cuando uno se dedica a esta inigualable profesión (la mejor de todas, para mi gusto), el ojo se entrena de tal manera que las historias saltan por todas partes. La realidad siempre está permeada por la ficción, y todo se convierte en material para el teatro.
Vivimos en la actualidad un cataclismo del lenguaje, que se vuelve cada vez más básico y primitivo. La recuperación de la palabra me parece indispensable. Echar mano de un léxico amplio, jugar con truculencias retóricas, usar el doble sentido, posibilita que el espíritu lúdico, intelectual y estético resurja. Mientras más palabras se tengan, más se puede hablar de todo y más sonoro será el mensaje. La palabra es fondo y forma, ejercitarse en su uso es un placer. Tal vez en el teatro de hoy, poco a poco, sea necesario re-acostumbrarse a la palabra, que alguna vez tuvo la supremacía y que empezó a vaciarse de sentido, a usarse a veces como ruido.
El teatro en México
Impredecible, esquizofrénico, sorpresivo, infinitamente variado. Demasiada subversión, muchos deseos de “romper con algo” y poca noción de que existen convenciones que han funcionado durante siglos y seguirán funcionando. Voces interesantes en la dramaturgia. Actores talentosísimos sin trabajo y preocupados por el rezago exagerado de los pagos. Pocos directores interesados en la dramaturgia mexicana contemporánea y muchos que tienen la mira puesta en el extranjero. Entre muchos otros aspectos.