Tiburón
Fernando Muñoz
Tiburón es una obra que alude a la cotidianidad para contar la biografía de cada uno de los personajes/intérpretes que escarban en su memoria tratando de encontrar no una respuesta, sino un sentido de protección de su progenitor. El padre es el personaje ausente del que se habla como tratando de invocarlo para que aparezca en los lugares donde se acabaron los sueños.
Si bien la obra es referencial y autobiográfica no deja de tener un sello original de donde emana un caudal de energía cromática que propicia una empatía con el espectador, ya sea por experiencia propia o simplemente por complicidad y/o humanidad. Esa analogía con el universo permite descifrar que somos parte de un cosmos vivo que muere sin previo aviso y aún más, que somos energía que se apaga irremediablemente con el tiempo, nada es eterno, ni las estrellas.
Tiburón es sobriedad, síntesis y mesura; pero también es una obra humana que surge de la carne, de los huesos, del pensamiento, y eso precisamente la hace entrañable. Todo el equipo creativo se transformó en un solo escénico que permitió la verdad sobre el escenario, una verdad que también incomoda, porque eres padre, tienes un padre o vas a ser padre, y la gran explosión que no avisa, siempre está latente.
La obra reúne una buena cantidad de aciertos, rescato uno que me parece el más logrado: la teatralidad del asunto; y es que los intérpretes se cuentan entre ellos mismos, entran a la ficción y salen de ella sin previo aviso o avisando a veces, son cómplices de su mismo dolor o recuerdos, provocan, hacen, lloran y ríen, se miran, juegan, se mueven, se abrazan, se sienten y se permiten compartir una historia, anécdota o pasaje muy personal por los linderos de la franqueza y de la metáfora.
La puesta en escena es vertiginosa, con una tonalidad única que si fueran cantantes estarían en la misma nota, pero así entran en un ritmo del que no salen hasta que se acaba, lo que me parece acertado y de buen goce. A fin de cuentas Tiburón podría llamarse de cualquier manera, pero se llamaTiburón porque así le pusieron y así la recordaremos con una botella de vino tinto, o en su defecto, cerveza bien helada.