Un íntimo Big Bang
Ana Lucía Ramirez
El Ciclo Convergente de este 12 Festival de la Joven Dramaturgia, fue inaugurado por la obra Tiburón, puesta en escena que surge de las historias de vida de cuatro actrices y un actor, quienes a lo largo de la obra comparten con el espectador sus recuerdos, su niñez al lado de su padre y la ausencia de este.
Un texto dramático, que más que texto simula una confesión, una forma quizá de buscar nuestro personal Big Bang, y no para entenderlo, como se comprende un hecho científico, sino para aceptarlo tal cual es.
En términos dramáticos es interesante la construcción de personajes a partir de lo que los otros dicen de ellos, así llegamos a conocer a todos aquellos hombres protagonistas de estas historias: un padre golpeador, un enfermo terminal, un hombre cuyo único vestigio de existencia es una foto añeja y así y así.
A pesar de que la obra está plagada de datos científicos, y de momentos extensos de narración, corre a mi parecer con buen ritmo y frescura, y eso en gran medida se debe a las actuaciones. En Tiburón encontramos cinco actores hablando de hechos que pudieran caer en el melodrama barato, sin embrago el “texto” no está contado desde la afectación si no, más bien, como un hecho asumido, como quien le cuenta a un amigo su historia y nada más, sin mayor pretensión.
Al espectador no le gusta ver lo que el otro siente, le gusta sentir, identificarse; y hablando de identificación, este tipo de teatro (autorreferencial) es altamente efectivo.
El Ciclo Convergente de este 12 Festival de la Joven Dramaturgia, fue inaugurado por la obra Tiburón, puesta en escena que surge de las historias de vida de cuatro actrices y un actor, quienes a lo largo de la obra comparten con el espectador sus recuerdos, su niñez al lado de su padre y la ausencia de este.
Un texto dramático, que más que texto simula una confesión, una forma quizá de buscar nuestro personal Big Bang, y no para entenderlo, como se comprende un hecho científico, sino para aceptarlo tal cual es.
En términos dramáticos es interesante la construcción de personajes a partir de lo que los otros dicen de ellos, así llegamos a conocer a todos aquellos hombres protagonistas de estas historias: un padre golpeador, un enfermo terminal, un hombre cuyo único vestigio de existencia es una foto añeja y así y así.
A pesar de que la obra está plagada de datos científicos, y de momentos extensos de narración, corre a mi parecer con buen ritmo y frescura, y eso en gran medida se debe a las actuaciones. En Tiburón encontramos cinco actores hablando de hechos que pudieran caer en el melodrama barato, sin embrago el “texto” no está contado desde la afectación si no, más bien, como un hecho asumido, como quien le cuenta a un amigo su historia y nada más, sin mayor pretensión.
Al espectador no le gusta ver lo que el otro siente, le gusta sentir, identificarse; y hablando de identificación, este tipo de teatro (autorreferencial) es altamente efectivo.
Ahora bien, algunos podrían cuestionar que este formato de obras se presenten en una muestra de dramaturgia donde lo que se debe privilegiar es el texto. Si bien la puesta es de buena factura, con bellas actuaciones, limpieza en la dirección y elementos sonoros y visuales cautivadores, que podrìan en mi opiniòn explotarse aùn màs. Encontramos un texto que nos sugiere un discurso por momentos improvisado. Una secuencia de hechos contados con buen humor, pero al mismo tiempo desarticulado. Y una obra titulada Tiburón que no habla de tiburones.
Pero qué más da, la evolución del arte puede tal vez estar en la búsqueda de un diálogo cada vez más estrecho con una realidad no intelectualizada. En términos generales esto no constituye un fenómeno nuevo, el modelo de teatro autobiográfico, de orden colectivo y de hechos trágicos que hablan de nuestro origen, lo encontramos cada vez con más frecuencia. Quizá el biodrama está marcando las inquietudes de esta generación, quizá sean una manera de encontrar en las historias de vida verdaderas historias o una forma casi certera de conectarnos con el espectador, no lo sé… lo cierto que es que Tiburón logró su objetivo, devorarnos y llevarnos hasta su entraña.