Iniciando el ciclo emergente
Ana Lucía Ramírez
El ciclo emergente surge en la Joven Dramaturgia como un escaparate para los nuevos autores quienes a través de esta plataforma muestran su trabajo, enfrentándolo a la crítica y la reflexión de los ya experimentados hacedores de teatro.
Esta mañana del miércoles la tertulia comenzó con Escorzo texto de Gabriela Román, obra que está situada en el año 1913 y narra la historia de Celeste, una mujer transtornada mentalmente. El texto plantea que un mismo actor realice los papeles del doctor y el amante de Celeste y una actriz para la madre y la enfermera, sin embargo en la lectura fue confuso, la voces de los personajes quedan diluidas o atribuidas al trastorno mental de esta mujer alejada de su realidad. A pesar de ello el texto fluye con ligereza, con buen ritmo en los diálogos y cierto toque humorístico.
Escorzo está situada 1913, sin embargo si la fecha no estuviera anunciada en el texto ni idea tendríamos de ello, la falta de descripción del espacio y no me refiero necesariamente a las acotaciones sino a lo que está inmerso en el dialogo, y lo forma en que la autora pone a hablar a los personajes, no nos instalan en los primeros años del siglo XX. Así mismo el conflicto en el que se encuentra el personaje femenino es propio de la época pre revolucionaria, pero para este siglo XXI…
Prefiero quedarme con las palabras de Gabriela quien inteligentemente expreso: “Es cierto que Celeste es una mujer que no corresponde a su época, una mujer que en estos tiempos sería una chica cool y nada más, pero porque no puede ser simplemente una mujer y ya… Sin etiquetas”.
Esta es la segunda ocasión en la que Gabriela Román participa en la Joven Dramaturgia, y es grato ver la evolución de esta autora. Tomando en cuenta que en ambas emisiones ha tenido una grata respuesta del público, y trabajos que sobresalen del resto.
Country o Nuestro pueblo bailando la sangre
Es un texto arriesgado, donde Juan Carlos Franco, experimenta la metateatralidad, el juego del discurso, el uso ilimitado de la narración a nivel de descripción, el manejo de dos lenguas, una estructura lírica del blues y el country como germen de su escritura y la inmersión de un ícono de la literatura estadounidense como lo es Thornton Wilder. Sin embargo todas estas ideas al conjuntarse, generan una maraña de difícil lectura.
Creo que es complicado arrancar la historia dando a conocer en la tercera página, la temática de la obra, y no por el hecho de la develación, si no porque no trasciende. El cómo en este caso sería lo interesante, ver al personaje degradarse, llegar a los excesos, su punto de quiebre, pero no, la obra inicia con una prometedora historia…
—Una gota roja sobre rojo.
—Una gota de sangre sobre la butaca.
—Sangre salpicada sobre cientos de butacas.
—Jackson Parker miró a la gente sobre el escenario.
—Los miró mientras decía sus líneas.
…
Y la prometedora historia de un psicópata que mató a 26 personas en un teatro en Mirage, Arizona nunca llega, el personaje se estanca en la idea de “era tan normal”, intercalado con fragmentos de un diario que nos muestra muy poco del autor de esta masacre.
De esta lectura agradezco el trabajo de Patricia Estrada quien atinadamente puso a sus actores a narrar a varias voces, agilizando de esta manera un texto impregnado de narraciones extensas.
Si bien la crítica no fue benévola con la lectura, me resulta loable que este joven dramaturgo se esté planteando a corto tiempo de haberse iniciado en este oficio, grandes retos, y trate, a mi parecer, mostrarnos ideas complejas del mundo, que finalmente es lo que le importa al drama.