La última Muestra Nacional de Teatro
Enrique Olmos
Juan Melía, en el cierre de la 35 Muestra Nacional de Teatro celebrada en Monterrey debería anunciar que este evento tan importante para decenas de teatristas en el pasado ha llegado a su fin. Pasaría a la historia como un reformador de nuestras políticas públicas. Alguien en sintonía con el país que habita; no con las rémoras y exigencias de los artistas de la escena de los noventas.
Por donde se vea el actual modelo de la Muestra Nacional de Teatro es insostenible. Para empezar porque no es una Muestra, es un festival y no es nacional, sino sumamente parcial y por si fuera poco, parte de una idea sumamente discriminatoria desde el Estado: Centralizar una sede, llevar los criterios – y en muchos casos la visión chilanga al completo – a la conquista de una ciudad, de una entidad federativa.
Se les olvida que la Coordinación NACIONAL de Teatro se debe a todo el país y que los teatristas de la Ciudad de México tienen además de 16 delegaciones políticas con sendos presupuestos para el arte y la cultura, un gobierno propio con una cartera económica e infraestructura para las artes escénicas. Además de dos universidades con programación propia (UNAM y UAM) amén de una serie de estipendios federales, teatros privados (que en realidad son semi públicos, pues viven del erario) y la concentración de población más alta del país y de América Latina.
Sin embargo, la MNT se fundó en una era anterior al internet, es decir, cuando había que reunirse y verse en una cantina para saber quiénes somos y qué hacemos. Ahora que las redes sociales y los vuelos low cost nos llevan de un lado a otro del país en poco tiempo, una MNT es la victoria del teatro geriátrico sobre el jardín de las nuevas generaciones. Hacer teatro para teatristas es el gran error de nuestros padres y abuelos, que siguen buscando al público ausente en sus salas, desesperados porque la endogamia los obligó a perderse en disputas y complejidades que los alejaron de sus sociedad.
Hace rato llevo proponiendo pasar de una Muestra Nacional de Teatro que dispendia más de cuatro millones de pesos en una semana a un Circuito Nacional de Teatro similar al que ya han propuesto desde la CNT con el Festival de Monólogos. Pero hacerlo verdaderamente nacional (involucrar a gobiernos estatales, municipales, iniciativa privada y centros universitarios, públicos o privados), negociar – para eso tenemos gestores profesionales, se supone – que cada estado receptor de un cúmulo de obras deba tener una cartera de grupos que también puedan viajar a otros estados. Esto implica por parte de los estados invertir en formación, calidad y ponerse en sintonía con el ritmo escénico del país. Y sobre todo para la sociedad civil poder disfrutar de teatro de primer nivel a un costo accesible. Para los teatristas de localidades abandonadas o sumergidas en la dura geografía nacional, la oportunidad de entablar un diálogo directo con sus pares, examinar sus discursos, replicarlos, adaptarlos, cuestionarlos.
Este esquema de gira y circuito profesional es muy común en Europa y replicar el modelo a lo largo del país no solo es necesario sino además perentorio para evitar la discriminación que impone la CNT a miles de espectadores del interior del país a quienes jamás les llega “lo mejor del teatro mexicano”.
Hace relativamente poco tiempo viví en Reynosa, Tamaulipas. Un semestre. Justamente muy cerca de la actual sede de la MNT – ese lugar que está antes de McAllen, me dijo una regio cierta vez – y esa ciudad es, como muchas otras de la frontera (y del Edomex, Guerrero y Michoacán), no solo violenta y conflictiva sino que está gobernada de facto por el narcotráfico. Quienes toman las decisiones, desparecen y aparecen personas, castigan y premian son los líderes de ocasión del Cartel del Golfo. Vivir en esa franja polvosa de temor es uno de los puntos más lejanos de la civilidad en Occidente (empezando por el interés de los medios de comunicación). Muy similar al municipio de Iguala – cuya matanza a los estudiantes de Ayontzinapa tanto ha conmocionado a numerosos colegas – donde el gobierno municipal era también de facto, un narcogobierno.
Al vivir en la frontera entendí que no basta con acrecentar infraestructura en materia cultural – en las principales ciudades de Tamaulipas existen centros culturales de primer nivel, cuyos criterios de programación son poco transparentes y encima les cobran cuota de alquiler a los grupos locales – y el avance de las incipientes compañías tampoco depende de talleres o cursos con los mejores teatristas posibles. No; la única manera que tiene el teatro de ser parte de la vida cotidiana de esa ciudad y por lo tanto convertirse en subterfugio de la violencia y el desamparo, es con programación continua. Creando hábitos de consumo cultural. No solo en los teatros, también en plazas, colegios, en las avenidas y cualquier sitio donde el arte sirva para devolver a la comunidad la potestad sobre el espacio público.
En esas ciudades tan lastimadas por la violencia, llevar continuamente grupos de teatro (de todo tipo) detonará en más y mejores propuestas para esas localidades, además de un público cada vez menos espontáneo y más crítico. Y será una ventana para conocer lo que realmente ocurre en esas localidades y manifestar a los tomadores-de-decisiones (públicos, privados o narcogobernantes): Los estamos vigilando.
En fin, además de las peripecias del jurado de la MNT para elegir un puñado de espectáculos en un universo tan amplio y de los curiosos criterios de selección de ese jurado (lo de siempre: Quién elige a los que eligen, por qué ellos, por qué no hay jóvenes, por qué imperan criterios tan cínicamente personales), pienso que el principal problema de este ejercicio es que no distribuye algunos de los mejores espectáculos teatrales a lo largo del país, al contrario, los concentra, los vuelve gremiales, los esconde de la sociedad civil.
Pregunto: ¿Cuánto le costará a un teatrista de Guerrero, Chiapas, Tlaxcala o Tabasco ir a la MNT? Mucho dinero y tiempo (consideremos además, sus ingresos promedio). ¿Por qué esas obras no llegan a sus estados? ¿No es un acto de discriminación desde el Estado que muchos profesionales de las artes escénicas no puedan asistir a la MNT?
Yo no creo que el Estado mexicano haya muerto, sí su capacidad de gobernabilidad, pero el Estado somos todos, incluyendo la respuesta de la sociedad civil (no nos gobiernan seres extraterrestres, por favor) y entonces les digo a aquellos colegas que han pronunciado que el Estado ha muerto: Espero que sean congruentes y no pidan dádivas, ni subvenciones ni espacio en las carteleras públicas. Un Estado muerto no los podría becar ni contratar, ¿verdad?
Al respecto, resulta interesante y ejemplar ver la movilización y la unión de un gremio como el teatral para manifestar la indignación (o rabia, si se quiere) por los acontecimientos recientes de un país cada vez más violento. Pienso que legitimar la Muestra Nacional de Teatro (organizada por el Estado, claro) y el discurso subyacente de su actual modelo es avalar todo aquello que ahora los indigna. Y me parece curioso que se piense en grandes empresas políticas cuando no se puede resolver lo inmediato, lo cercano, lo concerniente a nuestro oficio.
Como ejercicio enlisto los 22 municipios más violentos del país (según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública). ¿Cuántos grupos y teatristas de estas localidades estarán en la MNT? Y lo más importante: ¿Cuántas obras profesionales llegan al año a estos lugares? Nos quejamos por lo sucedido en Iguala (una bomba de tiempo), pero seguimos pensando en marchar y en gritar consignas, pero no en exigir soluciones puntuales en nuestro ámbito. Artes escénicas en las zonas más vulnerables del país, ya.
Ésta debería ser la última Muestra Nacional de Teatro, si se piensa que espectar es un derecho ciudadano de todo mexicano.
El listado de los 22 municipios más violentos (en 2013), a continuación.
1. Oaxaca de Juárez, Oaxaca.
2. Acapulco de Juárez, Guerrero.
3. Cuernavaca, Morelos.
4. Yautepec, Morelos.
5. San Pedro, Coahuila.
6. Victoria, Tamaulipas.
7. Iguala de la Independencia, Guerrero.
8. El Fuerte, Sinaloa.
9. Jiutepec, Morelos.
10. Torreón, Coahuila.
11. Chilpancigo, Guerrero.
12. Naucalpan, Estado de México.
13. Hidalgo del Parral, Chihuahua.
14. Nuevo Laredo, Tamaulipas.
15. Ecatepec, Estado de México.
16. Cuatitlán Izcalli, Estado de México.
17. Playas de Rosarito, Baja California.
18. Chalco, Estado de México.
19. Cd. Nezahualcoyotl, Estado de México.
20. Culiacán, Sinaloa.
21. Allende, Coahuila.
22. Reynosa, Tamaulipas.